Técnicas Curativas

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domingo, noviembre 04, 2018

Libertad de Elección

Una planta ha de alimentarse con el fin de vivir; la luz solar, el agua, los elementos químicos que necesita, son los valores que su naturaleza persigue; su vida es la pauta de valores que dirige sus acciones. Pero una planta no tiene opción respecto a sus acciones; existen alternativas en las condiciones a que se enfrenta, pero no hay alternativa en sus funciones: actúa automáticamente para prolongar su vida y no puede actuar en su propia destrucción.

Un animal posee elementos para sostener su vida; sus sentidos los aportan gracias a un código automático de acción: un conocimiento automático de lo que es bueno o malo para él. No tiene poder para extender dicho conocimiento ni evadirlo. En condiciones en que dicho conocimiento resulta inadecuado, el animal muere, pero mientras viva, actúa basándose en el mismo con seguridad automática y sin capacidad de elección. Es incapaz de ignorar lo que le es bueno e incapaz de elegir el mal y de actuar como destructor de sí mismo.

El hombre no posee un código automático de supervivencia. Lo que lo distingue sobre todo de las demás especies vivientes es la necesidad de actuar frente a alternativas por medio de una elección volitiva. No posee un conocimiento automático de lo que es bueno o malo para él, de qué valores depende su vida ni qué curso de acción requiere ésta. Se habla mucho acerca del instinto de autoconservación, pero un instinto de autoconservación es precisamente lo que el hombre no posee. Un «instinto» es una forma infalible y automática de conocimiento. Un deseo no es instinto. El deseo de vivir no da el conocimiento requerido para ello. E incluso el deseo humano de vivir no es automático; el mal secreto del ser humano actual reside en que tal es el deseo que no se puede retener. El temor a la muerte no es amor a la vida y no dará el conocimiento necesario para conservarla. El hombre ha de obtener su conocimiento y elegir sus acciones por un proceso mental, que la naturaleza no le obliga a practicar. El hombre posee el poder para actuar como destructor de sí mismo, y tal es el modo en que ha actuado durante la mayor parte de la historia.

Una entidad viviente que considerase maldad sus medios de supervivencia, no sobreviviría. Una planta que se esforzara en destrozar sus raíces, un pájaro que pretendiera romper sus alas, no seguirían mucho tiempo disfrutando de una existencia a la que se oponen; pero la historia del hombre ha sido una lucha para negar y destruir su propia mente.

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