Por mi padre que nunca fue a París
me reúno con amigos tarde por la noche en cafés humosos
para tomar espumosos capuchinos y escuchar
solos de saxo de Coltrane en viejas sifonolas
y hablar de las heridas de padres e hijos.
Por padres e hijos
que nunca volvieron al hogar
llego a la profundidad de las palabras para expresar mi pena,
como un médico de guardia en urgencias que buca a tientas
la metralla perdida en la carne
de los seres queridos que se desangran
Por todas las palabras nunca encontradas entre los hombres,
las palabras enterradas y ardientes que nos infectan lentamente,
meto monedas en teléfonos de bares sin nombre
para llamar a los amigos suicidas, a padres turbados,
solitarios hermanos lobos que aúllan a la indiferencia de la luna,
y ofrecer la mesa redonda de la hermandad.
Por todos los tumores causados por la tristeza,
y todas las úlceras formadas por el odio
por todas las pesadillas creadas por la ira
y todo el vacío labrado por la desesperanza,
sondeo a amigos y familia
en busca de historias curativas.
Por mi padre y todos los padres
que nunca vieron París,
un amigo dice, revela,
llega a una herida abierta,
encuentra un fragmento de dorada metralla,
paga con ella el precio del viaje,
y lleva a su padre a Left Bank
Así, la curación
puede empezar
Phil Cousineau
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