La eternidad es un soplo de aire en mis dedos,
chasquido mágico que provoca sacudones en el tiempo.
Puedo beberme todas las estrellas y
viajar a través de agujeros misteriosos y negros.
Puedo perder la memoria y renacer de mis cenizas,
dejando atrás lo más puro de mí o lo más abyecto.
La infinitud se pierde,
se coagula en la vía láctea de planetas dispersos
y en el caos se reordenan el todo y la nada y
vuelve a oírse el verbo que entona perfecto.
En un abrir y cerrar de ojos se mezclan los opuestos y
se contradicen las reglas, y las excepciones son lo cierto.
A un soplo de mis labios ya nada será de lo que creo,
ya de mis átomos quedará la nada de todo lo que ha sido hecho.
Sólo será la luz, como de un sonido el eco,
de un cuerpo mortal cuya carne será cenizas esparcidas en el caos eterno.
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