El viento paró. Las aves callaron respetuosas. El cielo entero pareció detenerse a escuchar mientras dentro de su alma, una voz silenciosa parecía elevarle a otros mundos: Solo cuando el Alma habla las palabras viven. Solo cuando el corazón es libre puede el amor ser expresado. Solo cuando el oído escucha, el verbo actúa. Solo si los ojos son puestos en la luz pueden los pasos ser dirigidos correctamente. Solo si el pensamiento calla, el Maestro habla. Solo en la ausencia de deseos puede la paz florecer. Solo cuando los ídolos caen puede ser encendida la antorcha de la libertad. Solo trascendiendo la pequeñez del ser se llega al santuario interior. Solo en la ausencia de la personalidad, la Creación revela su plan. Solo disolviendo la ilusión del tiempo y el espacio se comprende al espíritu...
... Las horas pasaron y el sol brilló nuevamente en el horizonte. Y él se sumergió en el Samadhi para despertar en los reinos de la Eternidad.
Y vio un destello repentino que alumbró la noche oscura que lo envolvía y sus ojos no volvieron a mirar como antes. Vio el dolor de los enfermos y supo que necesitaban amor. Que muchas de sus enfermedades eran producto de la falta de amor. Vio al rostro de los delincuentes y supo que en sus actos estaban pidiendo amor porque buscaban protestar por la soledad y la incomprensión que sentían. Vio la angustia de los hambrientos y percibió la falta de amor. Vio la cara de los malvados y crueles y comprendió la soledad y el temor que rodeaban sus corazones y entendió su imperiosa necesidad de amor. Vio los ríos contaminados, las tierras resecas, los valles desiertos y supo que el mundo necesitaba amor. Y entonces pensó: «Hoy Cantaré al Amor, y mi Vida será un Eterno Arpegio de Amor».
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