Estuvieron un rato chapoteando divertidas hasta que la Fealdad decidió salir mientras la Belleza continuaba su baño. Cuando la Fealdad llegó a la orilla y contempló las preciosas ropas que la Belleza había dejado en la orilla, decidió vestirse con ellas, dejando en vez sus antiguas prendas allí sobre la hierba. Al poco, siguió su camino y se alejó por el sendero.
Más tarde, cuando la Belleza decidió salir del agua, comprobó que la Fealdad se había llevado sus ropas recién estrenadas; a cambio, le había dejado las viejas. La Belleza, viendo que la tarde caía y no atreviéndose a la desnudez, decidió vestirse con aquellas ropas y continuar su paseo por entre montañas y valles.
Desde entonces, cuentan los sabios que en este mundo que vivimos, hay algunos que, contemplan el rostro de la Belleza y saben que no lleva sus ropas. Y otros, que conocen el rostro de la Fealdad y sus ropas no los engañan.
¿Cuáles son tus metas y esperanzas? Cuando un hombre tiene una meta, debe hacer exclusivamente lo que le permita acercarse, y nada que pueda alejarlo de ella.
Sal en una clara y estrellada noche a un lugar abierto y mira al cielo, a aquellos millones de mundos sobre tu cabeza. Recuerda que quizás en cada uno de ellos hormiguean billones de seres semejantes o quizá superiores a ti en tu organización. Mira la Vía Láctea. La Tierra ni siquiera puede ser llamada un grano de arena en este infinito. Se disuelve y desaparece, y con ella tu. ¿Dónde estás tu?
Ante todos esos mundos, pregúntate cuáles son tus metas y esperanzas, tus intenciones y medios para cumplirlas, cuáles serán las exigencias que te podrían hacer y cuál tu preparación para enfrentarlas.
G. I. Gurdjieff
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