El nuevo ser humano
encontrará su religión en la naturaleza;
no en las estatuas muertas,
sino en los árboles vivos que bailan al viento.
Encontrará su oración con las estrellas.
Dialogará con la existencia tal como es.
No vivirá con ideas abstractas.
Vivirá con realidades.
Su compromiso será con la naturaleza.
El nuevo ser humano leerá la sagrada
escritura de la naturaleza.
Tratará de descifrar los misterios de la vida,
no tratará de desmitificar la vida.
Tratará de amar esos misterios,
de penetrar en esos misterios.
Será un poeta, no será un filósofo.
Será un artista, no será un teólogo.
Su ciencia será para comprender la naturaleza,
no para conquistar la naturaleza y
la persuadirá para que le revele sus secretos.
El nuevo ser humano no romperá los ciclos naturales,
los respetara haciéndose uno con la tierra, el aire,
el agua, el fuego y el prana del Espíritu.
Ese nuevo ser humano será amor porque ya habrá entendido
que somos una unidad que se dispersa
en la tierra simplemente para amar.
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