No busques con la razón; no es ella la que te permitirá encontrar la verdad.
Comprenderás la verdad con tu cuerpo; y también la mentira.
La verdad se encuentra en la postura correcta. Es el cuerpo quien la dice. Es el rostro quien dice la verdad, no las palabras.
Esa vida que estás tan impaciente en sacrificar en nombre de tus famosas creencias, esa vida no te pertenece. La has recibido para cultivarla y transmitirla. Es un bien precioso, ¿cómo has sido merecedor/a de él? La vida pertenece a la vida. El ideal de la vida es la vida. No tienes derecho a disponer de la tuya. Tan sólo la vida puede justificar la muerte. Matar o dejarse matar por una causa es el mismo crimen. Es un crimen contra la vida.
Escucha la vida. Cada brizna de hierba, cada ser vivo canta a la vida. Esa es la verdadera música. Lo que se aprende en el conservatorio es simplemente ridículo comparado con la gran sinfonía de la vida. Ven a integrarte en este inmenso coro compuesto por todos los seres vivos. La voz para cantar la vida la tienes en ti. Es silenciosa para el oído; pero es poderosa y lleva lejos si se la escucha. Se oye con todo el cuerpo.
Porta mensajes mudos de un ser vivo a otro. No intentes descifrar esos mensajes. No tienen ningún sentido si se los quiere expresar verbalmente. Pero esa voz muda permite expresar el amor verdadero. Con esa voz no se puede mentir. Escuchar de ese modo es abrir el alma a todos, es invitar al otro a leer en tu corazón.
No busques la sabiduría en las palabras. No hay textos sagrados ni libros santos. Tan sólo la vida es sagrada. Pero la vida te es dada, y al mismo tiempo todo aquello que necesitas para cultivarla y propagarla. El aire para respirar, el agua para beber, los alimentos para nutrirse.
El objeto de las disputas y las guerras entre los hombres concierne a lo superfluo material e ideológico. El comunismo, el capitalismo, el marxismo no tienen nada que ver con la vida. Olvida todo eso, déjate guiar por la vida. En la sociedad actual, será vulnerable todo lo que afecta a lo superfluo. Pero tu fuerza la extraerás de la vida. Cuando unes a ello tu voluntad, posees esa fuerza inagotable.
Tu riqueza la constituyen los días de la vida que acumulas. Y tu sabiduría es lo que te permite engañar a la muerte. No busques otra cosa. Permanece abierto y límpido. Tan sólo así la vida te conserva y te mantiene.
No te encierres en tu mente. Escucha la vida. Un día te sentirás deslumbrado, te verás atrapado por la magia del amor. Tu vida experimentará un calor nuevo que te producirá un gran goce. Invadirá todo tu cuerpo y te hará llorar de amor. Es un fuego que se enciende en el vientre y abrasa todo el cuerpo. Cuando se produzca lo reconocerás. El amor no es un sentimiento. Es un impulso de vida. Un impulso salvaje e indomable.
No analices nada. No expliques nada. No intentes comprender. El amor es bello. Pero la facultad de ser feliz es su única medida, y esa facultad es la que te permite o te impide oír el verdadero mensaje de la vida.
Escucha el silencio. Contempla lo invisible. Quienes se han alejado de la vida jamás podrán acceder a ello, pues el desgarramiento es irreparable. Ellos jamás se sentirán vivos entre los vivos. Para ellos, la tierra no es sino un objeto de posesión que se compra o se vende. Y que se explota. Sin embargo, todos nos hallamos enraizados en la Tierra. De ella extraemos nuestra vida.
Podemos comprender eso mediante el razonamiento, seguir las transformaciones químicas del estadio mineral al estadio orgánico. Eso está en la mente. Pero tu debes percibir esa filiación en todo tu ser. Experimentarla y disfruta de ella.
Nosotros somos la Tierra, el agua, el aire. Nosotros, es decir, todos los seres vivos. La Tierra es nuestra sustancia. Debemos amar la Tierra y respetarla. Servirla a fin de que ella nos dé la vida.
No sientas odio. La vida te proporcionará todo el saber que necesitas, y la fuerza… y el amor. Los enemigos de la vida son tus enemigos. Hay que combatirlos con una piedad tranquila, sin cólera, porque es preciso hacerlo.
Debes buscar tu mismo/a. El guía está en ti, en el interior de tu propia vida. A él es a quién debes escuchar; no te engañará jamás.
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