"¡Oh tranquilidad eterna!
Sálvame de los ataques de la fiebre de la furia
que sacuden mis nervios e inflaman mi cerebro.
Que abandone el hábito de ira
que trae la desgracia para mí y mis compañeros.
No permitas que consienta oleadas de vejación egoísta
que me alejan del afecto de mis seres amados.
Que nunca avive mis resentimientos
alimentando cuidadosamente sus llamas.
¡Oh Reina de la Quietud!
Cuando sienta rabia coloca ante mí un espejo de disciplina
en el que me refleje afeado por la pasión.
No permitas que aparezca desfigurado ante otros
con mi rostro destrozado por la ira.
Resolveré las dificultades de la vida
a través de pensamientos y actos de amor, no de odio.
Bendíceme, que sea capaz de sanar las heridas de la ira en mí
con el bálsamo del auto-respeto,
y las heridas de la ira en otros con el bálsamo de la gentileza.
Que pueda darme cuenta, ¡Oh Espíritu!,
que incluso mi peor enemigo sigue siendo mi hermano,
y que, igual que tú me amas a mí, le amas a él."
Yogananda
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